martes, 12 de enero de 2010

Maletas

Hay muchas formas de hacer la maleta. Muchas cosas que se pueden meter en ella. Otras que por más que nos empeñemos no caben, y no podemos llevar con nosotros, aunque no quisiéramos tener que separarnos de ellas ni un segundo. También hay otras de las que querríamos desprendernos, irnos sin más, que nos gustaría dejar cada vez que partimos, pero forman parte de nosotros y viajan siempre, aunque no queramos, en otra maleta. No la maleta de mano: hablo del corazón. Y el problema de guardar cosas en el corazón es que luego no es fácil sacarlas. A veces su peso es abrumador, y te hunden tantos sentimientos convertidos en plomo. El corazón no es como esas maletas con ruedas que se transportan fácilmente. El corazón es otra cosa.
Hay quienes hacen la maleta a última hora, apresuradamente, justo antes de salir, olvidando luego cosas que echarán de menos. Tras irse se arrepentirán de no haber cogido esto, no haber dicho lo otro, no haberse despedido como hubiesen deseado, o haberse despedido cuando lo que de verdad querían era quedarse. Decir adiós en lugar de dar un abrazo. Sacar todo de una maleta itinerante y devolverlo a la estabilidad de unos cajones, de un armario, a la seguridad de un me quedo, de un no sé en qué estaba pensando, qué dirá mi familia, era falsa alarma, te perdono, perdóname tú por huir, vamos a intentarlo de nuevo, que tengo miedo a estar solo.
Otros planean el viaje antes de iniciarlo. Saben perfectamente cuales serán las palabras de despedida. Tienen la lista con lo que quieren llevarse, y muy claro lo que no les va a hacer falta allí donde van. Personas que conocen los pros y los contras de su decisión. Que dicen adiós, tengo que irme, mejor separados, este no es mi sitio, no sé cual es pero voy a buscarlo, lo tengo claro, lo he pensado bien, no hay marcha atrás… y se despiden con las palabras ensayadas. Porque se coge la maleta, -la que lleva ruedas-, el corazón recoge amarras y memoriza para luego recordar. Sí los recuerdos y ese estúpido sentimiento llamado melancolía…
Y esas personas se van con su maleta ordenada, a buscar cajones donde colocar sus cosas. A buscar una forma de vaciar el corazón. Pero sin volver la vista atrás, con la seguridad que da saber que el lugar donde estaban no era un buen destino para el fin de su viaje.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo. El destino de cada uno tiene que ser donde el corazón le lleve, y cada cruce de caminos implica una decisión que se va eligiendo sobre la marcha. El fin de cada viaje no es más que el principio de otro, y sin duda con la experiencia adquirida en cada viaje anterior, en el futuro tendremos en cuenta lo de los vuelos de bajo coste.

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  2. Si, y a veces hay vuelos de bajo coste que acaban saliendo muy caros.
    Un beso Alicia

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