
Ni es un héroe, ni tiene la más mínima pretensión. Como todos necesita el miedo en el cogote para poder sentirse vivo. Y, como a todos, -los que tenemos aspiraciones humanas-, lo que más miedo le da, posiblemente sea, sobrevivir a los suyos, a los que le rodean.
Él vive con la maleta siempre hecha, sin acomodarse, por si hay que marchar no aferrarse mucho a los recuerdos que son los que más daño hacen. Vive siempre con lo puesto, sin grandes lujos y sin grandes fachadas. Siempre con la apariencia de que todo le importa lo justo. Y es justo decir que cuando algo le importa se aferra a ello hasta el fin, aunque el fin no sea justo. Su ceño se ha fruncido a lo largo de los años, -precisamente por vivir siempre con la maleta hecha-. Es de los que hace cada cosa con la máxima intensidad, si no, no la hace. No le importa el dinero. No le importa “el qué dirán”. Es, como ese gran literato alhameño, Andreo Rubio, de los que le preocupa “el qué diré”. No le importa lo que pase dentro de cien años, porque sabe que el futuro no para de llegar a sesenta minutos a la hora. Simplemente le preocupa lo que está pasando. No dice ni la mitad de lo calla. Y calla por no ofender, aunque cuando habla escupe puñales mediante palabras afiladas. Fue dueño de esta página, pero otra vez más, esa maldita maleta le ha hecho emigrar hacia otro estado en el que poder manifestarse, en el que poder seguir pensando: “en el qué diré”, con sosiego y con todo el ánimo de ofender. Porque para ser fiel a sí mismo es de los que sale corriendo para comprometerse. No es de los que avisa con palabras cuando está mal, pero ya no necesita disimular cuando habla. Es uno de esos tipos que ladra en público, pero que maulla en la intimidad. No necesita ser ningún héroe porque lo más difícil ya lo ha conseguido: ser una buena persona.
Así es él: todo; siempre; ayer, ahora y mañana. Lo que fue, lo que es y lo que será. Lo que pudo haber sido, lo que quiere ser y lo que seguirá siendo. Ahora y siempre una persona excepcional simplemente porque no es un héroe, ni lo pretende; sólo trata de luchar contra sus miedos. Esos miedos que son tan necesarios para seguir afrontando la vida con el corazón y no desde las vísceras. Desde ese punto racional que aporta el hacer lo que puedes y todo lo que debes desde lo más hondo de ti.
Con todo el egoísmo del mundo diré que es una de esas personas imprescindibles. Es más que un hermano, más que un padre, más que un amigo, más que un socio, más que el marido de mi hermana y padre de mi sobrino, más que un compañero de viaje... Estuvo allí la primera vez que yo no estuve, -y la última también-. Está, aunque no esté presente. Está en cada paso importante de mi vida. Siempre. Aconsejándome, -con la responsabilidad que eso conlleva-, y sabiendo respetar siempre la decisión, -mi decisión-.
Para finalizar sólo un deseo: de mayor, poder ser uno de esos antihéroes que lucha, con antifaz, a capa y espada, como tú.
Un abrazo, el que nunca me atrevo a darte.
Él vive con la maleta siempre hecha, sin acomodarse, por si hay que marchar no aferrarse mucho a los recuerdos que son los que más daño hacen. Vive siempre con lo puesto, sin grandes lujos y sin grandes fachadas. Siempre con la apariencia de que todo le importa lo justo. Y es justo decir que cuando algo le importa se aferra a ello hasta el fin, aunque el fin no sea justo. Su ceño se ha fruncido a lo largo de los años, -precisamente por vivir siempre con la maleta hecha-. Es de los que hace cada cosa con la máxima intensidad, si no, no la hace. No le importa el dinero. No le importa “el qué dirán”. Es, como ese gran literato alhameño, Andreo Rubio, de los que le preocupa “el qué diré”. No le importa lo que pase dentro de cien años, porque sabe que el futuro no para de llegar a sesenta minutos a la hora. Simplemente le preocupa lo que está pasando. No dice ni la mitad de lo calla. Y calla por no ofender, aunque cuando habla escupe puñales mediante palabras afiladas. Fue dueño de esta página, pero otra vez más, esa maldita maleta le ha hecho emigrar hacia otro estado en el que poder manifestarse, en el que poder seguir pensando: “en el qué diré”, con sosiego y con todo el ánimo de ofender. Porque para ser fiel a sí mismo es de los que sale corriendo para comprometerse. No es de los que avisa con palabras cuando está mal, pero ya no necesita disimular cuando habla. Es uno de esos tipos que ladra en público, pero que maulla en la intimidad. No necesita ser ningún héroe porque lo más difícil ya lo ha conseguido: ser una buena persona.
Así es él: todo; siempre; ayer, ahora y mañana. Lo que fue, lo que es y lo que será. Lo que pudo haber sido, lo que quiere ser y lo que seguirá siendo. Ahora y siempre una persona excepcional simplemente porque no es un héroe, ni lo pretende; sólo trata de luchar contra sus miedos. Esos miedos que son tan necesarios para seguir afrontando la vida con el corazón y no desde las vísceras. Desde ese punto racional que aporta el hacer lo que puedes y todo lo que debes desde lo más hondo de ti.
Con todo el egoísmo del mundo diré que es una de esas personas imprescindibles. Es más que un hermano, más que un padre, más que un amigo, más que un socio, más que el marido de mi hermana y padre de mi sobrino, más que un compañero de viaje... Estuvo allí la primera vez que yo no estuve, -y la última también-. Está, aunque no esté presente. Está en cada paso importante de mi vida. Siempre. Aconsejándome, -con la responsabilidad que eso conlleva-, y sabiendo respetar siempre la decisión, -mi decisión-.
Para finalizar sólo un deseo: de mayor, poder ser uno de esos antihéroes que lucha, con antifaz, a capa y espada, como tú.
Un abrazo, el que nunca me atrevo a darte.
Me encanta esta firma de Gerardo. Y por supuesto, la 'fotaca' de Platty
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