domingo, 17 de enero de 2010

Soy feliz

Soy feliz. No puedo esconderlo. Es algo que se me nota. El otro día quedé con una gran amiga para compartir un buen café y una mejor conversación, y en mitad de un diálogo que manteníamos sobre lo humano y lo divino, de golpe me lo soltó: ‘estás feliz, nunca te había visto así, riéndote de esa manera. Me gustas más ahora que antes’. Lleva razón, estoy como nunca. Lo cierto es que mi ‘ahora’ y mi ‘antes’ no se parecen (por suerte) en nada. Ojala que el ‘ahora’ pudiera durar siempre.
Antes tenía la sangre estancada en la venas. El corazón no me latía con suficiente fuerza para hacerla fluir como debiera. Lo que tenía alrededor no me motivaba, no conseguía moverla. Estaba en standby. La sangre empezaba a emponzoñarse, a oler mal. No bullía, no quemaba, no me incitaba al movimiento.
Ahora en cambio, la sangre circula en tromba por mis venas, sale del corazón en constantes erupciones de ganas de hacer, de decir, de moverme, de luchar, de querer, de escribir, de reír, de cantar, de gritar… y es que somos animales de sangre caliente, aunque se me había olvidado.
¿Nunca han tenido la sensación de ser inmunes al dolor? A mi me pasa ahora. Siento que puedo con todo lo que venga, porque tengo un escudo contra el que nada pueden hacer: la verdad. Sí, a veces la verdad es relativa. Pero otras veces, verdad solo hay una. Y es la mía. Durante años me he repetido estas tres palabras en momentos de bajón: puedo con todo. Y lo cierto es que puedo. Puedo porque quiero. Y porque si no puedo, tengo muchas manos que me ayudarán.
Si mi vida fuese una multinacional diría que acabo el año con balance positivo. Si fuese una novela, diría que acaba con un final feliz. Si fuese una película, que cierro el año con ‘Un final made in Hollywood’ (con permiso de Woody Allen). Pero como no es nada de eso, como ‘sólo’ es mi vida, diré que el año acaba de la mejor forma posible, rodeada de quienes en este año han demostrado quererme, y alejada por fin de quienes no merecen mi tiempo. Hoy todo está tan bien gracias a una buena decisión (la mejor) que tomé a principio de año. Y es que (casi) todo lo que nos pasa, tanto lo bueno como lo malo, nos lo hemos buscado nosotros. Ya le estoy cogiendo práctica a esto de ser feliz, espero que el año que viene no se me olvide. Seguiré practicando.

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