miércoles, 23 de junio de 2010

"Asubnormalarse"

Asubnormalarse es un verbo transitivo que podría ser que hubiese inventado yo, si a la postre se confirma que no lo extraje de ninguna memoria infantil en el tajo, ligada a los peones de mi tío Pepe entre alfalfas, limonares o melonares, a la hora de la canícula, mientras dormitábamos sobre una bala de paja. A mi padre, que lee mucho de linajes, ya le he explicado que quería patentar el vocablo, y que asubnormalarse no era, como él creía, un término usado por los historiógrafos para definir las deformaciones físicas y psíquicas aparejadas al cruce de consanguinidades, y que alcanzó expresión cimera y plástica en la beatífica idiotez torrencial de un Carlos II vidrioso que babea desde el célebre lienzo de Velásquez, y en el que, junto a la elocuencia de la fealdad que emana en ese vampírico rostro blancuzco, se blasona la bobez con precisión quasi médica, a la vez que se proclama el fin inevitable del imperio español, dirigido en su ocaso por una caterva de idiotas. Mi padre se refería a hemofilia, pero no era eso, no.
Con el vocablo acuñado, seguro de que era algo propio tras consultarlo con la peonada de mi tío, me fui al 18 de Avenida Isaac Albéniz, donde se encuentra, en un pisito modesto, el “Registro de la Propiedad Intelectual”, al que acuden escritores, músicos, arquitectos e inventores para registrar sus obras. “Vengo a patentar la palabra asubnormalarse, que quiero definir como la actividad continua, voluntaria, dinámica y autoinflingida de hacerse tonto”. “¿De hacerse tonto o de hacer el tonto? – me precisó el funcionario-. Tontear ya está registrado por Camilo José Cela”. “No, mire Usted, no se haga el listo. Asubnormalarse nada tiene que ver con tontear, cuyo sinónimo tal vez sea ligar, perder el tiempo o hacer el tontaina”. Lo mío era distinto. Mi verbo se sumaba a otros que ha dado nuestra tierra pródiga en sentido común con esas mismas connotaciones, y que Pérez Reverte, el académico palabrotero, no ha oficializado todavía en la Real Academia; entre otras de mi gusto, “acebunarse”, “ovejunarse” o “tonto del pijo”, que no es un verbo, pero vale como varios y, en la deriva del gran ahorro lingüístico del panocho– “ahhh, ahhh, tonto del pijo!!”, es muy inglés, cool y desenfadado.
Registrado el vocablo, definida su genealogía, sus acepciones y sus matices, lo que quería, grosso modo, es dar cuenta aquí de las muchas actividades que nos sirven para asubnormalarnos: una tripada a pajera abierta sin descanso de “Salsa Rosa”, “¿Dónde estás corazón?”, “La Noria”, “El Diario de Patricia”; una rastra sin resuello de 14 partidos de fútbol en el que se desgrane la Bundest-liga, La Premier, La Liga, Il Calcio, el derbi Cartagena-Murcia, el Alhama-Bullas, Las Flotas contra las Cañadas, de cuerpo presente, mientras tu esposa suspira por una caricia y tú te rascas los sobacos, sorbes cerveza, sudas, eructas y gritas un gol; una cata a cielo abierto bajo las estrellas, en un parque, de 20 litronas de cerveza Estrella de Levante, sin pasto seco o panchitos, desahuciando entre las rosas el exceso de liquidez –no el pecuniario-, alterando así la paz vecinal e importunando a las porras de la Policía municipal, como sucedió en Parla y también en la Puerta del Sol: que nos asubnormalamos cada día con mayor encomio lo demuestra que en la despedida del año se multiplicaron un 90% los comas etílicos y un 40% las palizas. También asubnormala hasta el rebuzno, aunque de forma muy inteligente e irremisible, recibir algún puesto de lo que sea, aparecer sentado en algún lugar un palmo más arriba que los demás o un metro por delante en procesión o cortejo: estas actividades realmente peligrosas de medrar, ascender o liderar deberían administrarse de forma tasada y a gente realmente sabia para evitar el completo asubnormalamiento del que ya llega a las funciones del poder con la suficiente limitación como para no comprender los límites. Así como una mala administración del éxito social, económico o académico puede derivar en subidón de “subnormalina”, la hormona tóxica que se segrega el cerebro al asubnormalarnos a nosotros mismos, sea en la soledad o en compañía, de la misma manera es asubnormalizante el metrosexualismo vanidoso, el egocentrismo fanfarrón, el egoísmo abrasivo, la pura escenificación de la chulería de un chulo de pura raza mientras se pasea por una calle o un centro comercial como si fuese Christiano Ronaldo, es decir, perdonándote la vida. Son los “tontainómanos”: seres superdotados genéticamente para “asubnormalarse”, dependientes de la “subnormalina” para sobrevivir. El problema de asubnormalarse es que se trata de una actividad habitualmente onanista, orgiástica, semi-onírica y de moda que produce placer corporal en su faceta física, y entroniza al ego, en la espiritual. Si he registrado la palabra con la ayuda de un funcionario, aclaraciones de mi padre y el permiso de mi tío, es para enviársela en probeta a Trinidad Jiménez, la saludable ministra de Salud, y que ella, junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), busquen algún tipo de vacuna con la que proveernos en grandes cantidades, una vez y hemos superado con éxito la epidemia de gripe A.

Por Pablo S. Blesa

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