miércoles, 23 de junio de 2010

Brota, primavera

Este invierno está siendo especialmente trágico y parece que nunca va a llegar. Pero ya se aproxima con paso firme. La primavera está comenzando a brotar allá por el horizonte.
Durante el raso invierno los especuladores del miedo han hecho su agosto con nosotros, -no hay valor más seguro y más rentable en el mercado de la desconfianza que cuarto y mitad de miedo-. Un miedo fibroso, jugoso y con ganas de jodernos. De hecho ha conseguido acongojarnos tanto y con tanta rabia que se hacía difícil hasta salir de casa, -unas veces por miedo a que nos la robaran; otras muchas por miedo a gastar y reactivar la economía-.
El miedo ha paralizado a la sociedad y, -por si sí o por si también-, hemos llegado a pensar durante el largo y gris invierno que mejor invertir en miedo, que apostar por el optimismo y la alegría. Y es que ahora con el miedo nos pasa lo mismo que nos pasó en su día con el ladrillo, todos invertimos en aquello en lo que lo hace nuestro vecino, -somos así de originales.
Es idiota creer en un optimismo estúpido, pero mucho más estúpido es quedarse de brazos cruzados, lamentándose de todos los problemas de la sociedad y esperar que los que nos han llevado a este caos de paro y frío nos salven el culo. Es sabido por todos que el movimiento se demuestra andando y por tanto es lícito pensar que la economía española no se va a reactivar si todos nos quedamos quietos, paralizados por el miedo.
Ahora llega la primavera y ya brotan en el horizonte, tímidos, pero nuevos sentimientos de alegría, seguridad y color. Sentimientos para germinen nuevos proyectos, nuevas ideas y sobre nuevos y renovados ánimos.
Llámenme iluso pero quiero pensar que el gris y triste invierno ya está acabando y que su tónica de miedo y depresión pronto va a cambiar, porque al fin y al cabo la vida es un estado de ánimo y ahora toca florecer con la primavera.

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