miércoles, 23 de junio de 2010

Corazón de mudanza

Esta casa pronto olerá a mí. A nosotros. En poco tiempo empezaré a reconocer nuestro olor, cada rincón me resultará familiar. En pocos días habré colocado mis cosas en su sitio, encontrado el lugar adecuado para todo, excepto para mí. Poco a poco la inercia y la costubre me llevarán al cajón donde está lo que busco, sin tener que detenerme unos segundos a pensar dónde lo he guardado.
Es cuestión de semanas que deje de sentir este frío al entrar por la puerta. Es lo que tienen las casas nuevas. Mejor dicho, lo que no tienen: recuerdos. Esta casa está vacía de recuerdos, de rincones que mirar con nostalgia al volver en el tiempo a momentos vividos en ellos. Vacía de historias que contar sobre ella. Pero no importa. Es mi casa. Y a mí me gusta pensar en las historias que viviremos en ellas, que serán muchas.
Los recuerdos se fraguan cada día. Mañana recordaré hoy. Hoy recuerdo lo que pasó ayer. Sin darme cuenta, sentiré esta casa tan mía como la anterior. Y el frío que hace hoy, lo caldeará el calor de la familia, convirtiendo esta casa en un hogar. Juntos lo conseguiremos, igual que hemos conseguido tantas otras cosas.
Dentro de las cajas que guardan mi ropa, mis libros y mis trastos inútiles de los que me siento incapaz de desprenderme, meteré mi corazón. Tengo el corazón de mudanza. Creo que lo he tenido siempre. Pero hoy por primera vez es una mudanza real. Con cajas de cartón precintadas, con nombres escritos en la tapa sobre su contenido, escritos con rotulador negro, el mismo que uso para marcar los cedes de ‘mis Piratas’.
He hecho muchas veces la maleta: para escaparme un fin de semana, para desaparecer de la península varios días, para ‘salir por patas’ de lugares donde no estaba cómoda… pero nunca había hecho la maleta para irme a otra casa. A vivir definitivamente en otro lugar. Salir por la puerta de la que hasta ahora ha sido mi casa para no volver a dormir en ella nunca más. No hay retorno posible. Ni lo deseo. Ése ya no era nuestro sitio.
Nuestro sitio puede ser cualquier lugar, siempre y cuando estemos juntos.

Por Marta Serrano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario