miércoles, 13 de enero de 2010

Indígenas

En Argentina los desalojos forzosos de pueblos indígenas se encuentran a la orden del día. En ellos agentes de policía y guardias de seguridad privados hacen uso excesivo de la fuerza. En Bolivia continúan los ataques raciales contra personas y organizaciones que trabajan a favor de los derechos de los campesinos y los pueblos indígenas. En Brasil siguen los actos de violencia contra trabajadores rurales sin tierra, a menudo perpetrados por agencias de seguridad privada irregulares que trabajan para terratenientes o milicias ilegales. En Chile las tensiones entre las autoridades y los pueblos indígenas, -en especial la comunidad mapuche-, siguen siendo muy fuertes, -el pasado 3 de enero Matías Valentín Catrileo Quezada, estudiante mapuche de 23 años, murió a quemarropa en una manifestación sobre el derecho a la tierra-. En Colombia el persistente conflicto armado sigue afectando a centenares de miles de personas y como siempre la principal víctima sigue siendo la población civil y, entre ella, las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes ya que muchas de éstas viven en zonas de interés económico o estratégico para las partes enfrentadas.
No se ve, pero existe. Podríamos mal llamarlo El Segundo Mundo y de este modo estableceríamos una frontera más. Podríamos obviarlo y no pasaría nada porque no se ve, porque casi no está. Podríamos no hablar de ellos y seguiríamos en paz con nuestra ignorancia, porque si hay algo de lo que puede presumir el hombre es de tener la capacidad de poder hablar sin tener nada que decir, -¿no te lo crees?, enciende tu televisor-. Podríamos hacer algo por ellos, pero simplemente los olvidamos.
Su libertad, es poco más que la elección entre trabajar o morirse de hambre. Su igualdad, se limita a que todos tengan las mismas carencias de comida, agua o salubridad. Su resignación, la de malvivir con lo poco que haya o la de morir con la mayor dignidad que se pueda. Su futuro pasa porque su solución se convierta en nuestro problema. Porque, -parafraseando a Dalí-, el verdadero problema de la sociedad hoy día es que ya no forma parte de ella.

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