sábado, 30 de enero de 2010

LA GUERRA DE LOS GÉNEROS

Sumisa, domada, domesticada y doméstica, comparto la noción, que es una simple constatación histórica, de que la mujer no ha sido otra cosa durante milenios que una mercancía discriminada de la que el hombre se servía como mula de tiro por las mañanas y paño en el que enjugar sus pulsiones sexuales por las noches. Dicho lo cual, hoy asistimos a una oleada de revanchismo pendular que amenaza con estigmatizar a un hombre como un predador al que dar caza con todo tipo de armamento policial, legislativo, mucha publicidad y hasta un ministerio, que nos es propiamente de igualdad, sino de “igualización”. Provoca cierta tristeza, no obstante la todavía datable desigualdad salarial, de oportunidades; la escuálida presencia en puestos de liderazgo de la mujer y las muertes, que la etapa que suceda a un machismo virulento, altanero y deleznable sea, se presume, la de un feminismo intransigente, institucionalizado y legalizado; una aparato ideológico con el viento a favor que se manifiesta, primero, en hacer de la mujer un imitador de los peores vicios del hombre en lo estético, para proclamar, a renglón seguido y sin sonrojo, su supremacía intelectual, corporal, moral y, en un último estadio, legislar en consonancia con este nuevo paradigma. Este feminismo fanfarrón y castrante en boga, ofensivo para las mismas mujeres, amenazante para los hombres, semi-oficial, todavía minoritario aunque muy activo, sirve también de plataforma inquisitorial para silenciar voces discordantes y condenar al ostracismo a aquellos que sólo aspiran al sentido común en esta “guerra de géneros”, que esconde una nueva “ideología de dominio” sembrada desde un ministerio, y cuyos dogmas se cuelan filtrados por la capilaridad legislativa: se puede y debe perseguir la violencia machista, pero no así al macho, de forma generalizada y por el hecho de serlo. En los últimos años y días he asistido con cierta perplejidad a casos y sucesos que arrojan luz sobre lo que digo.
Daría pie a un juicio público sumarísimo que un grupo de cinco renombrados poetas, apoyados únicamente en su condición de hombres, proclamasen en el plató de una televisión pública que, “obviamente, los hombres somos mucho mejor poetas que las mujeres porque poseemos un alma más sensible”. Pues bien, a ese bochornoso espectáculo de auto bombo bobo y enardecido, asistí hace un par de años cuando veía por casualidad un programa literario de la Televisión Andaluza dedicado a la poesía femenina. De las cuatro invitadas, una era Catedrática de literatura, la otra una conocida crítica y las otras dos laureadas poetisas de altísimo nivel. La frase citada y feminizada recibió adhesión generalizada entre el alborozo y la reivindicación.
Cuando una mujer agrede a un hombre con un palo de golf en ristre, es un acto cómico, guasón y chistoso. Cuando un hombre agrede a una mujer con un palo de golf es una agresión. Ambos son agresiones. Como obviamente hablamos de Tiger Woods, lo que toca señalar es que el espectáculo nefando de su mujer acribillando con un palo de golf el coche con el que huía el golfista ha quedado relegado al domino del chiste. No lo es tanto: si ella hubiese sido él y él, ella, las infidelidades y heroicidades eróticas de ella no hubiesen sido el foco de atención de los medios de comunicación en nuestro país, sino los golpes con el palo. Y me parece bien. Nadie se merece que le aticen con un palo de golf mientras sale de su casa.
En el ámbito de la cultura popular, en los programas rosas, es habitual escuchar a una mujer realizar la proclama de que “los hombres son todos unos idiotas”. Semejante frase, invertido el género del emisor, concentraría el oprobio público y oficial, con buen criterio, pero si el sujeto a imprecar son los hombres, es excusable y hasta bienvenido.
Estoy de acuerdo, además, de que con punteada repetición e insistencia se recuerde a cada una de las víctimas de la violencia machista, y los minutos de silencio en su honor no son minutos perdidos para nadie...aunque resulte un tanto decepcionante, por otra parte, que parezcan omitirse las víctimas masculinas de una violencia, que no debe ser calificada de “feminista”, pero que es violencia doméstica igualmente, sin establecer categorías. Menos aún se comprendería que este silencio tibio de los datos sobre la muerte de hombres se produjese no suceda que amortigüen el impacto de la campaña publicitaria ministerial o perjudique su efectividad. Las mujeres también matan a sus maridos. Y no sólo ocurre que unos 40 hombres mueren todos los años, la mitad que mujeres, también es preocupante que las nuevas leyes puedan ser instrumentalizadas por mujeres perversas contra los hombres, impunemente: ahí está el caso mediático de un hombre separado durante cinco años de sus hijas porque su mujer adujo sin pruebas que abusaba de ellas. Se demostró falso demasiado tarde. O el juez apartado de su puesto por insinuar que, efectivamente, tal vez la nueva legislación dejase al hombre, en ocasiones, en la indefensión. Y todos sabemos lo que aconteció al pobre chico latino al que unos partes médicos errados, y unos medios de comunicación imprudentes, condenaron públicamente por abusar supuestamente de la hija de su pareja. Por último, y especialmente doloroso, es la cortina de censura y autocensura imperante, y que impide un debate en el que hombres y mujeres, desde la moderación y defendiendo una “paz de género”, aporten sus opiniones. Al punto, el caso apabullante del escritor Enrique Lynch, que se atrevió a conjeturar en un artículo publicado en El País – “Revanchismo de Género”- que la campaña publicitaria del ministerio a favor de la igualdad era sexista y equivocada. Miles de personas pidieron la cabeza del escritor y la emprendieron contra El País por publicar el artículo.
Cuando podamos, desamordazados, desetiquetados, sin la amenaza a ser silenciados o insultados, y con seriedad, abordar el debate de la violencia de género desde la equidistancia, habremos dado un gran paso hacia la verdadera igualdad, que es una igualdad sin sexos de por medio, en la que sólo hay personas que sufren.

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