martes, 12 de enero de 2010

"Usted no ha estado en Benidorm"

Son las nueve y media de la mañana, el mar está tranquilo, como casi todos los días, y los madrugadores siempre somos los mismos. Unas veces más a la izquierda, otras más al contrario, nos gusta ponernos en primera fila. Otras veces se hace tarde, y nos ponemos en segunda, o en tercera, según se presente la marabunta de sombrillas y las ganas de bajar pronto.

Una de esas mañanas, la orilla de la playa se fue llenando poco a poco de sombrillas. Hay algunos que siempre la clavan en el mismo sitio, y si lo ven ocupado, les da lo mismo, van y se la clavan encima al que ha ido antes. En dos ocasiones he tenido que ponerme unas gafas de natación, que no me las pongo para nadar, sino para evitar que me salten un ojo.

Otros, a pesar de que la playa ya está atiborrada, van pasando entre la gente y plantan la sombrilla delante de todo el mundo y se van, que a los colindantes se les oye farfullar, pero nadie le dice nada al “yoprimero”, hasta la santa mañana del 19 de Agosto del presente año. Sombrillas puestas. Distancias unas de otras, aún prudentes. Llega un tipo y la planta delante, a mi derecha. Al abrirla, roza con las sombrillas vecinas, una de ellas, la mía. Yo no digo ni mú, ni el otro tampoco, ni el que está un poco más atrás. El tipo se va. Al rato llega mi hermana y se pone a mi lado, pero cae debajo de la sombrilla del otro. Y yo no me puedo mover mucho, porque en la de la izquierda hay una familia con niños y si me desplazo ya les piso las toallas. Se queda donde está, a tomar el sol y a esperar. Pasa una hora y aparecen dos matrimonios con seis preadolescentes y van a parar a la sombrilla de marras. Mi hermana sigue leyendo y el personal pululando por allí encima. Uno de los hombres le dice a mi hermana “Oiga, ¿se puede usté correr pallá?” Y mi hermana me mira, y la miro y le digo “no tengo espacio”. A partir de ahí, se desarrolla el siguiente diálogo. Mi hermana: “-Mire, usted no puede venir a estas horas y poner la sombrilla encima de nosotras, yo he venido a tomar el sol con mi hermana y cada sombrilla necesita su espacio”. El otro:”-Oiga, usté no ha estao en “Benidor”, ¿verdá?”. Mi hermana:”-No. Ni falta que me hace”. Yo: “-Oiga, si en Benidorm están como piojos, aquí no tenemos costumbre de apretujarnos tanto, a si que mañana madrugue usted y punto”. Era evidente que la lumbrera que había ido a colocar la sombrilla ahí, olvidó contarlos. Por favor, sentido común.

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